martes, 16 de diciembre de 2008


Estamos en otoño del año 1198. Juan de Mata ha logrado sus avales en París y, con sus cartas y el texto elaborado y corregido de la que va a ser la regla de los trinitarios, marcha de nuevo a Roma. El Papa Inocencio III lo recibe y estudia los informes y el texto de la Regla que le presentan. El Papa, hombre espi­ritual y jurista a la vez, no albergaba ya duda alguna de que el proyecto de Juan de Mata era un proyecto inspirado por Dios y limpiamente evangélico. Así que tan sólo unas semanas después, el 17 de diciembre, mañana se cumplen exactamente 805 años, aprobaba públicamente, como proyecto eclesial, el proyecto de Juan de Mata.

La empresa era también nueva, por cierto, para «los enemigos de la fe», para los musulmanes. No estaban, por desgracia, habituados a encontrarse con cristianos de este estilo, pacíficos y limpios en su intención. La propuesta de estos cristianos, avalada por la palabra del Pontífice, debió por eso resultarles del todo sorprendente, además de convincente y ventajosa.
Para nosotros, religiosos, religiosas y laicos de la Familia Trinitaria, por poco que estemos al tanto de la actualidad en el mundo, nuestra misión es de plena actualidad, y éste es hoy, precisamente, nuestro reto: ser testigos del Dios de la vida, del Dios de la misericordia, del Dios de la libertad y del Dios de la paz. Ser, como Juan de Mata, testigos con las obras, y no sólo con las palabras.
Entrada hecha por: Fernando Muñoz Gutiérrez

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